El genio artístico de Rodríguez Larraín
Acerca de la exposición retrospectiva “Emilio Rodríguez Larraín”.
Por: Noret Hidalgo.
EL Museo de Arte de Lima presenta la muestra individual de Emilio Rodríguez Larraín, artista peruano que incursionó en distintas disciplinas artísticas y trabajó sobre múltiples soportes como barro, arena, metal, madera entre otros. El MALI acoge su vasta obra desde mediados del siglo XX hasta el 2010 y se encuentra bajo la curaduría de Natalia Majluf y Sharon Lerner.
En busca de la contemporaneidad
Rodríguez Larraín fue arquitecto de profesión, sin embargo decidió explorar en la pintura, es por ello que muchos de sus lienzos reflejan la precisión que todo arquitecto posee. A mediados de los cincuentas incursiona en la pintura abstracto-geométrica, en este periodo veremos obras como Composición (1954). Ya instalado en Europa, la pintura de Rodríguez Larraín adquiere otras formas y texturas, por ejemplo los lienzos de la serie Cuadros del cielo (1976) son la expresión de un método surrealista conocido como “azar dirigido”, estos cuadros estuvieron expuestos al sol por un periodo de tres meses y contenían caseína, frutas y otros materiales. Las frutas en descomposición dejaron un rastro en cada cuadro dándoles un aspecto de “mapas celestiales”.
En los años setenta, la pintura de Emilio adquiere formas tridimensionales, destacan los elementos tubulares plasmados en una proyección espacial, estas pinturas evocan su formación como arquitecto y destacan obras como La peau d' echappement.
Modelando lo sólido
En el plano escultórico, Rodríguez Larraín diseñó numerosas esculturas que posteriormente fueron construidas por artesanos. En la década del 70 sobresalen obras como Milpatas, Ancestral, Oiseau-vache (el pájaro-vaca). A decir de la curaduría “Estas obras parecen entidades autosuficientes que recuerdan seres imposibles de tiempos inmemoriales”.
A finales de los sesentas e inicios de los setentas, instalado en Europa, Emilio realiza una serie de pequeñas esculturas sobre distintos soportes como el mármol, el metal y la madera. Estas esculturas de gran precisión reflejan su formación como arquitecto. La serie está compuesta por Pianito Conklin, La chimpancé virgen y Piramidita.
Interviniendo el espacio
Entre las instalaciones que Rodríguez Larraín realizó, destaca Un cuarto de escultura (1986) en la Galería Camino Brent. Emilio instaló en la sala principal 50 toneladas de piedras que recogió de la playa La Chira y en el medio acomodó un cúmulo de piedras a manera de mesa ceremonial. En la forma de ver del artista la obra representaba una especie de huayco o alud.
La mirada arquitectónica
En 1985, el artista diseñó los planos de un Centro Integral de Salud, Educación y Agricultura en el Callejón de Conchucos, este proyecto brindaría atención a la comunidad de esta región. Dicho proyecto no pudo llegar a concretarse, no obstante, los planos correspondientes, en gran formato, pueden ser apreciados en la exposición. Cuando el artista retorna al Perú, su obra se convierte en el reflejo de la situación que atravesaba el País en sus distintas épocas, por ejemplo en los años 80, una obra representativa es Collage sin cola (1984). El mismo año realiza La tumba de los reyes católicos (1984), dicha escultura simboliza los rezagos del colonialismo que aún continua latente.
Hemos constatado que Rodríguez Larraín destacó en varias disciplinas artísticas, desde la pintura hasta las instalaciones, pasando por las obras arquitectónicas que el mismo planificó. Son más de 100 obras distribuidas en las salas 1 y 2 del MALI que en su conjunto conforman un referente importante de la historia del arte local e internacional.
Para más información sobre costos de ingreso y visitas guiadas consulta en: www.mali.pe