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Detalle de Primera nota temática para el mural de Chapultepec/David Alfaro Siqueiros/Piroxilina sobre papel sobre madera comprimida/77x170 cm./1956-1957/Foto por: Robert Laime.

Revolución y modernidad: la plástica de Orozco, Rivera y Siqueiros

Acerca de la exposición “Orozco, Rivera y Siqueiros. Modernidad en México, 1910-1966”.

Publicado: 2017-04-16

Por: Max Espinal

El Museo de Arte de Lima (MALI) presenta dentro de sus instalaciones la exposición temporal: “Orozco, Rivera y Siqueiros. Modernidad en México, 1910-1966”. La muestra está conformada por 70 obras de la colección Carrillo Gil que se encuentran inmersas dentro de uno de los movimientos latinoamericanos más influyentes durante el siglo XX: el muralismo mexicano.

Prometeo/José Clemente Orozco/Óleo sobre tela/73.5x93 cm./1944.
foto por: robert laime.

En esta ocasión, el espectador no solo podrá acercarse a la obra de David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco, representantes icónicos del movimiento muralista, sino también, tendrá la opción de conocer el contexto en el cual se desenvolvieron dichos artífices, la propuesta en las que basaron sus producciones y las influencias que mantienen dentro de sus pinceladas y bocetos que prepararon como ensayos para sus obras monumentales.

La exposición se realiza gracias a las coordinaciones entre el Museo de Arte de Lima y el Museo Carrillo Gil, que mediante un trabajo en conjunto, permiten que el público limeño sea testigo de aquella exposición suspendida en el Museo de Bellas Artes de Santiago de Chile hace más de 40 años, la cual muestra obras icónicas del arte moderno mexicano.

El muralismo mexicano

La plástica mural dentro del Estado mexicano es una práctica que no inició concretamente en el siglo XX, por el contrario, esta data desde mucho antes. Es más, dentro del siglo XIX ya existían proyectos artísticos que llevaban la manifestación muralista hacia los edificios públicos y privados. Esta idea se concretaría con mayor fuerza durante los años en que José Vasconcelos asume el cargo de secretario de Educación Pública y convoca a una serie de artistas para poder llevar a cabo una tarea que no solo unía a intelectuales y creadores, sino también le permitiría generar un puente entre lo político y lo social.

A partir de aquí el muralismo poco a poco fue tomando aquel discurso por el cual sería reconocido hasta la actualidad: el desarrollo de un arte propio. Estas ganas de independencia estética y artística tomó al mural como manifestación base gracias a la tradición que había tenido durante muchos años en México. En palabras de Juan Acha, la importancia del movimiento se busca en “[…] el despertar de la sensibilidad nacional”[1], convirtiéndolo en un grito de libertad y la búsqueda del oriundo que identifique a todo un país.

Si bien el muralismo mexicano es una de las tendencias de inicios del siglo XX que tuvo gran acogida dentro de sus límites geográficos, también logró expandirse a lo largo de Latinoamérica, logrando difundir los ideales de un arte que se preocupe por los temas sociales y la práctica plástica en edificaciones públicas para llegar al público en general con el fin de no quedarse en representaciones para particulares.

Los tres gigantes en el MALI

El muralismo mexicano tiene una buena cantidad de artistas que se dedicaron a esta manifestación plástica, como es el caso de Fernando Leal y Juan O’Gorman, pero a nivel mundial son tres los más conocidos y representativos gracias a las obras que realizaron, las influencias que presentan en sus obras, los discursos particulares, y también, la personalidad que cada uno presenta. Estos personajes son: José Clemente Orozco (1883-1949), David Alfaro Siqueiros (1896-1974) y Diego Rivera (1886-1957); cada uno de ellos presenta diferencias muy marcadas tanto en el discurso como en las formas plásticas que reflejan.

Heridos/José Clemente Orozco/Tinta sobre papel/31.2x48 cm./1928.
foto por: robert laime.

En el caso de José Clemente Orozco, él se encarga de retratar diversas escenas que abarcan la cruenta revolución que si bien apelaba a un bien comunitario, este mismo fin llevó sufrimiento por todo el país. Son los sentimientos que Orozco rescata a través de sus lienzos y sus litografías, las cuales expresan tanto el dolor, la pérdida, la muerte, en pocas palabras: el lado humano. Estas características se pueden apreciar por ejemplo en la obra Heridos, la cual nos muestra un momento en el cual varios personajes pasan por diferentes estados. En el primer plano, al lado derecho, se observa dos personajes que han sobrevivido, pero que llevan consigo consecuencias de la guerra, la mutilación de extremidades y pérdida de algunas facultades, como la vista. Al lado izquierdo, y prolongándose hacia la parte posterior se observa una serie de cuerpos inertes que han sucumbido ante el enemigo, cuerpos que logran complementarse en la composición con los personajes del plano posterior, quienes lloran la pérdida de un ser querido.


Primera nota temática para el mural de Chapultepec/David Alfaro Siqueiros/
Piroxilina sobre papel sobre madera comprimida/77x170 cm./Ca. 1956-1957.
foto por: robert laime.

Por otra parte, David Alfaro Siqueiros abarca la temática de la revolución desde un punto de vista y con contenido distintos. Siqueiros no sucumbe ante un dramatismo y ni realiza una exploración profunda de los sentimientos humanos; por el contrario, el discurso que propone se encamina a favor de la revolución y con una intención del bien comunitario. Él nos muestra a los personajes que participaron de este acontecimiento durante la primera y segunda década del S.XX en México, con un simbolismo explícito en los atributos, la composición y las expresiones corporales. Un claro ejemplo de estas características se muestra en Primera nota temática para el mural de Chapultepec, en el cual vemos a un gran número de personajes en la mayor parte del cuadro. En el primer plano nos muestra el rostro de uno de los personajes con referencias de la realidad, y en la parte posterior vemos como incluso el cuerpo de estos personajes pierde las formas de la realidad para llegar a formas simples. Pero concentrándose en el tema, esta escena nos muestra cómo el pueblo se encuentra observando una escena que se da en el primer plano del cuadro: dos personajes se encuentran forcejeando por la bandera de México, un trabajador minero y un empresario son los protagonistas, el primero pelea por sus derechos, mientras que el otro por sus intereses. Vemos aquí como Siqueiros está a favor de la libertad de los trabajadores, del pueblo mexicano.

Mujer sentada en una butaca/Diego Rivera/
Óleo sobre tela/130.8x97.8 cm./1917.
foto por: robert laime.

Muy diferente es el caso de Diego Rivera, de quién la colección Carrillo Gil posee solo siete obras, pero estas producciones están inmersas en una de sus primeras etapas, el cubismo, tendencia plástica que fue asimilada por el mexicano durante su estancia en Francia (1910-1921). Asimismo, en México y en Latinoamérica, Diego Rivera es considerado como sinónimo de adelanto, de vanguardia, un artista que cambia sus formas gracias a la experimentación artística que tiene dentro de su carrera, es un personaje que va desde el cubismo a la figuración. Esta experimentación formal y discursiva se puede encontrar en la obra titulada Mujer sentada en una butaca, lienzo que muestra una composición plástica que dista enormemente de las obras de sus compatriotas anteriormente mencionados. En este caso, Rivera rompe con el espacio tradicional y reinterpreta la realidad, la observa y crea espacios inspirados en las formas geométricas que en ciertas zonas simulan la imagen corporal de una mujer, y que en últimos términos, Rivera logra sintetizar dicha silueta a tal punto que podemos reconocer que es un personaje femenino sin necesidad de que sean explícitas.

Hasta aquí podemos ver las diferencias discursivas y formales que presentan los tres grandes del muralismo mexicano, quienes hasta ahora han dejado una parte de su arte alrededor de su país natal y de todo latinoamérica.

Modernidad y temática social

Los tres artífices que toman el protagonismo de la exposición poseen un contenido que se encuentra en un ámbito social y colectivo del arte, dándole un giro sin retorno al enfoque que el tradicionalismo demandaba dentro de México; de esta manera acercaron el arte hacia el pueblo, tomando los problemas de diversa índole que este atravesaba. Este mismo enfoque, el de tratar problemas sociales, fuera del foco del arte tradicional, ya logra trasladarlos hacia una modernidad, la cual quiere romper vínculos con el pasado, quiere libertad en la expresividad y en la forma de pensar. Entonces, serían los tres artistas quienes reflejen una rebeldía e inconformidad en la plástica, un cambio general en la representación y la manipulación técnica dentro de todo México y Latinoamérica.

En cada una de sus creaciones, Orozco, Siqueiros y Rivera toman hechos sucedidos durante la revolución mexicana (1910), tanto las batallas como también la presencia de gran relevancia de algunos personajes representativos de dicho acontecimiento como es el caso del líder agrario de la revolución: Emiliano Zapata, protagonista de diversas obras en mural y en lienzo. Aún así, a pesar de tratar una temática en común cada uno de ellos tomó un camino particular y mostraron una variedad de enfoques, como lo menciona Sartor: “[...] Rivera acentuó su atención en la historia mexicana, en la lucha social, en la visión idealizada de la cultura precolombina, concediendo por ende mucho espacio al indio. Orozco dio más atención a las contradicciones de los sistemas, sean sociales o políticos, con énfasis en los dramas y en las incongruencias de nuestra civilización. Siqueiros cargó sus acentos políticos, y su arte mural siguió gritando con fuerza titánica en contra del poder en México y a fuera de él, prisionero de un núcleo que andaba sublimando sus obras, a la continua experimentación de materiales y de invenciones.”[2]

El combate/José Clemente Orozco/Óleo sobre tela/67x85.3 cm./1925-1928.
foto por: robert laime.

En el caso de Orozco, nos muestra nuevamente la imagen de la guerra en su obra El combate. Aquí el tratamiento compositivo nos lleva a presenciar la plena trifulca que surge entre los dos bandos enemigos, que en primera instancia reflejan un gran dinamismo a lo largo de la composición, una característica que permite al espectador apreciar los diversos momentos de la escena que se resumen en muerte, no solo a través de los cuerpos que están siendo atacados, sino también, de los rostros de horror que se encuentran tanto en la parte posterior como en la parte inferior izquierda del primer plano. Vemos que Orozco trata escenas de la revolución con un gran dramatismo, resaltando la expresividad de los personajes como la propia, ella reflejada en su pintura moderna en dos aspectos, siendo el primero concentrado en una pintura, como menciona Acha “[...] más gráfica que pictórica”; y en segundo lugar, en colocar tensión en la temática de los cuadros al tomar temas que se contradicen en el fondo, como es la revolución que a costo de miles de vidas podrá darle libertad a un país.

Maclovio Herrera/David Alfaro Siqueiros/Piroxilina sobre madera comprimida/105x130.5 cm./1948.
foto por: robert laime.

David Alfaro Siqueiros refleja esta temática de manera positiva, con una actitud combativa y hasta cierto punto rebelde, no se conforma con lo establecido y promueve una libertad tanto para el pueblo mexicano como para el arte mismo. La imagen de Maclovio Herrera y Tormento de Cuauhtémoc, en ambos casos, muestran un semblante y actitud que soporta el dolor e incluso quiere superar a la propia muerte aferrándose a sus ideales y creencias; el primero de ellos sujeta fuertemente a su caballo, el cual también transmite la fortaleza de su jinete. En el segundo caso, Cuauhtémoc no rompe su postura corporal a pesar de la tortura que está recibiendo, transmitiendo un mensaje que apela a la convicción de los ideales. 

Detalle de Tormento de Cuauhtémoc (croquis)/David Alfaro Siqueiros/Lápiz sobre papel/122.5x183.5 cm./1950.
foto por: robert laime.

Por otro lado, la modernidad de Siqueiros radica en la experimentación de los materiales y la innovación frecuente que tiene dentro de sus creaciones. Destaca en Siqueiros el empleo con mucha frecuencia de la técnica de piroxilina sobre madera y el acrílico, elementos que le dan una mayor libertad, ello se puede observar de manera concreta en el retrato de Carmen T. de Carrillo Gil, en el cual vemos una pincelada suelta que le permite generar relieves en cada trazo y darle un espacio único al color.

Por último, Diego Rivera se volvió el artista de mayor importancia dentro de la vanguardia mexicana. Si bien estuvo inmerso dentro de la temática social y colocó la imagen de México sobre cualquier influjo extranjero, esta idea no fue muy pura del todo, pues, gracias a su estancia en Europa, contrajo algunas características primarias y de importancia para la innovación pictórica en su país. Como menciona Marta Traba, “[...] Hoy día, sin dificultad pueden reconocerse las deudas con el nuevo arte europeo que en su momento contrajeron los muralistas mexicanos, particularmente Diego Rivera durante su aprendizaje en Europa, cuando su obra cubista, a la par de los bodegones de Juan Gris, Braque o Picasso, revelaba ya un sistema combinatorio de colores tremendamente original y sin duda ligado al arte popular mexicano.”[3]

Maximiliano Volonchine/Diego Rivera/Óleo sobre tela/110x90.3 cm./1916.
foto por: robert laime.

Esa es la obra de Rivera, un sincretismo entre el arte popular de México y las tendencias extranjeras, que poseen buena calidad técnica y compositiva en sus manifestaciones. Esta influencia extranjera le permitió a Rivera trabajar con gran habilidad el equilibrio en la composición de los colores. La gama cromática que resalta en el retrato de Maximiliano Volonchine se ubica tanto en el plano posterior y como en el propio personaje, generan un relieve palpable para la vista y el tacto. A su vez, su modernidad no solo radica en la distribución del color, también toma como protagonista la redistribución del espacio resquebrajándolo, dejando de lado la perspectiva explícita de los objetos y los volúmenes que estos presentan en el mundo real. Lo mismo sucede con el personaje retratado, se muestra sentado, pero el cuerpo no imita a la naturaleza, sino la reinterpreta con el fin de generar un nuevo mundo, una nueva imagen.

La colección Carrillo Gil

La colección que Alvar Carrillo Gil formó durante varias décadas a lo largo de su vida, y que hoy se muestra en la sala temporal del Museo de Arte de Lima, refleja un gran afán por parte del coleccionista hacia el arte moderno, hacia el arte de vanguardia. Carrillo Gil fue muy cercano a Clemente Orozco y a Alfaro Siqueiros, de los cuales coleccionaría una gran cantidad de obras desde bocetos para murales, algunos retratos y lienzos que tocan temas como: la revolución y las consecuencias de la guerra. Por otra parte, Carrillo Gil no presentó mucho interés por los encargos que Rivera realizó después de su regresó hacia México en 1921, solo se concentró en recolectar las producciones que realiza bajo la influencia del cubismo. En base a esto, cabe resaltar que la obra de los tres representantes del muralismo mexicano se ve sintetizada en la colección.

Para finalizar, en líneas anteriores se utilizó el método formal para analizar algunas obras que permiten entender las características individuales que poseen estos tres artistas mexicanos del S.XX. La presente exposición nos muestra, a través de las obras, el quehacer que cada uno de los artífices ha logrado en su vida, una vida llena de ideales, experimentación plástica, introspección y la creación de un arte para el pueblo.

Carmen T. de Carrillo Gil/David Alfaro Siqueiros/Piroxilina sobre madera comprimida/125x104 cm./1946.
foto por: robert laime.

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Notas:

[1] Acha, J. (1994) Expresión y apreciación artísticas. Artes plásticas. México: Ed. Trillas. p. 216.

[2] Sartor, M. (1997) “El muralismo mexicano y su irradiación continental”. En Gutiérrez, Ro. y Gutiérrez, Ra. (Ed.) Pintura, escultura y fotografía en Iberoamérica, siglos XIX y XX. Madrid: Editorial Cátedra. p. 259.

[3] Traba, M. (1994) Arte de América Latina (1900-1980). Nueva York: Banco Internacional de Desarrollo. p. 13.

Datos:

El público en general podrá visitar la exposición en las Salas 1 y 2 del Museo de Arte de Lima (Paseo Colón 125, Parque de la Exposición, Lima) hasta el 21 de mayo.

Para más información sobre horarios, costos de ingreso y visitas guiadas consulta en: www.mali.pe.


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