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el retorno de egipto o la doble trinidad/anónimo/ÓLEO SOBRE TELA/93.5X82 CM./siglo xviii/foto por: robert laime.

La pintura cuzqueña como enfoque artístico del Perú Virreinal

Acerca de la exposición “Pintura virreinal en los Andes. Colección Celso Pastor de la Torre”.

Publicado: 2017-11-22

Por: Lourdes Huyra

En el ICPNA Miraflores se presenta la exposición temporal “Pintura virreinal en los Andes. Colección Celso Pastor de la Torre”, la cual nos ofrece una serie de obras de los siglos XVII y XVIII reunidas en una colección privada por el diplomático, abogado y político peruano Celso Pastor quien guiado por su interés en la riqueza pictórica de la escuela cuzqueña, ofrece al público uno de los conjuntos más relevantes del arte colonial, que incluye más de cincuenta lienzos con temática religiosa, alegórica y retratos; destacando entre ellos los trabajos de Diego Quispe Tito y Marco Zapata.

Bajo la curaduría de Luis Eduardo Wuffarden, la exhibición narra una etapa histórica, donde las escenas representadas indican el surgimiento de la escuela cuzqueña, siendo los siglos XVII y XVIII un periodo de cambio entre un pueblo indígena y una población mestiza, y de otros nuevos grupos cuyo contexto social se basa en la representación de intereses y expresiones del poder imperial español frente a Europa.[1] Asimismo, podemos hallar en las escenas personajes religiosos como los santos, jinetes, vírgenes, ángeles, arcángeles arcabuceros y algunos personajes de las sagradas escrituras como se aprecia en La última cena, Adoración de los pastores, La huida a Egipto, entre otros.

La Escuela Cuzqueña: Diego Quispe Tito y la pintura colonial del siglo XVIII

Cuzco, a mediados del siglo XVII, tuvo como máximo exponente de la pintura cuzqueña a Diego Quispe Tito, cacique indígena “[…] quien articuló la tradición de los grabados flamencos-que se verifican en sus paisajes- con la sensibilidad manierista de maestros italianos como Angelino Medoro”.[2] En la colección de Celso Pastor se podrá apreciar una de sus obras titulada La huida a Egipto (1670-1675) que retrata a María, José y al niño, en una escena donde predominan los colores suaves y cálidos.

LA HUIDA A EGIPTO/DIEGO QUISPE TITO/ÓLEO SOBRE TELA/164X195.6 CM./CA. 1670-1675/FOTO POR: LOURDES HUYRA.

Para el siglo XVIII, la pintura cuzqueña llega a su máximo esplendor, pudiendo distinguir “[…] pinturas finas con abundante sobredorado, brocateado y el gusto por las aureolas y trajes recamados en oro, de aquellas más sencillas de fabricación seriada con tonos azulados y rojizos y una factura menos esmerada”[3]  mostrando un escaso interés en la perspectiva.

Pero para una mayor comprensión sobre la escuela cuzqueña, se debe tener en cuenta que será en este periodo donde va a predominar el “[…] arte barroco en la región, conocido como barroco mestizo y que cubrió prácticamente todo el siglo XVIII. Su característica principal fue la presencia cada vez mayor de elementos de la cultura y el arte prehispánicos que se habían mantenido inmanentes, generación tras generación, en la población indígena. Combinados éstos con los lenguajes provenientes del arte europeo, en especial el español se llegó a producir un arte verdaderamente americano y mestizo que se extendió no solamente por el Cuzco sino por todo el Alto Perú”.[4]

Cabe señalar que en esta época aparecerán obras de Basilio Pacheco, uno de los artistas que supo dominar la volumetría de los espacios arquitectónicos y el artista Marcos Zapata “[…] que posee un estilo donde priman las tonalidades azules y rojas y un cierto convencionalismo en la gestualidad de sus personajes, por lo general dulcificadas madonas rodeadas de angelitos”.[5]

Muchas de las obras cuzqueñas eran realizadas en talleres bajo el anonimato, cuya difusión fomentó el surgimiento de nuevas escuelas que poco a poco iban creciendo y estableciéndose en el mecanismo de los gremios artesanales, en la cual “[...] los artesanos empezaron formando talleres, donde se entrenaba a algunos españoles y mestizos, al tiempo que se utilizaba el trabajo de indios y esclavos negros para las labores menos especializadas”[6] pero aún así surgió en el Cuzco una de las mayores producciones artísticas de notable importancia para nuestro país.

El retrato y las “esculturas pintadas” del siglo XVIII

Obras con representaciones de vírgenes o la imagen de cristo trabajadas en óleo sobre tela también forman parte de esta importante colección, pues lo que al inicio era una imitación pasajera de una tradición europea, sobre todo español, pero también italiano y flamenco, fue paulatinamente asentándose en la ciudad de Lima, cuyas manos de jóvenes discípulos y grandes maestros anónimos llegados de Italia formaron una riqueza pictórica en escuelas que tanto en Cuzco como en Quito, dos lugares relevantes dentro del arte colonial, cultivaron en los santuarios advocaciones a la virgen o algún santo patrono.[7]

RETRATO DEL REY CARLOS IV/ANÓNIMO/ÓLEO SOBRE TELA/120X109 CM./SIGLO XVIII/FOTO POR: LOURDES HUYRA.

En cuanto a la pintura limeña, Jorge Bernales nos dice que “[…] es la centuria de los grandes retratos de aristócratas limeños, de ricos coloridos con blasones y con largas leyendas alusivas a vínculos familiares o altos cargos y distinciones concedidas por la Corona”.[8] Cabe señalar que el retrato de “personajes ilustres” también forma parte de esta serie, cuyos hombres participaron en acontecimientos importantes de Europa y América.

RETRATO DE GONZALO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA/ANÓNIMO/ÓLEO SOBRE TELA/190X106 CM./SIGLO XVIII/FOTO POR: LOURDES HUYRA.

Como es el caso de la obra del Retrato del Rey Carlos IV, pintura anónima que retrata al rey de España con su traje de la corte española cuya imagen transmite un semblante de poder y una postura sobria. El Retrato de Gonzalo Fernández de Córdoba, pintura anónima del siglo XVIII representa al mito del Gran Capitán cuyo personaje estuvo presente “[…] en las dos grandes campañas sostenidas por Francia y los Reyes Católicos por el control de Italia entre 1495 y 1504”.[9]

SEÑOR DE LOS TEMBLORES/ANÓNIMO/ÓLEO SOBRE TELA/177X129.5 CM./SIGLO XVIII/FOTO POR: LOURDES HUYRA.

La pintura cuzqueña en este siglo tendrá “[...] preferencia a ciertas temáticas vinculadas a la Sagrada Familia, el reverenciado Señor de los temblores y otros motivos religiosos circunscritos a pequeñas parcelas del lienzo […] Es común también retratar imágenes en medio de andas y altares, rodeadas de cirios, flores y suntuosos trajes que adquieren forma triangular cuando se trata de las veneradas mamachas”[10], es decir las esculturas de las vírgenes suelen representarse en lienzos con sus majestuosos trajes y mantos, cuyos ornamentos son recubiertos por los feligreses.

NUESTRA SEÑORA DEL BUEN RECODO (LA CANDELARIA)/ANÓNIMO/ÓLEO SOBRE TELA/119X86 CM./SIGLO XVIII/FOTO POR: LOURDES HUYRA.

Tal es el caso de Nuestra señora del Buen Recodo (La Candelaria) cuya imagen de la virgen con el niño en brazos se encuentra representada dentro de su hornacina, ambos reflejando solemnidad en sus rostros. La cabeza de la virgen al igual que el niño portan una corona, ello les da “[...] un carácter divino y real […] con coronas doradas, grandes y de extravagantes formas resaltaban su importancia como ser divino”[11]. Otro ejemplo sería la Virgen del Rosario de Pomata, cuya escultura cuenta con una ornamentación lujosa y fue difundida por todo el virreinato.

VIRGEN DEL ROSARIO DE POMATA/ANÓNIMO/ÓLEO SOBRE TELA/199X147 CM./SIGLO XVIII/FOTO POR: LOURDES HUYRA.

Santos Limeños: Santa Rosa y San Francisco de Asís en la pintura colonial

A fines del siglo XVI, tras enmarcar dentro del catolicismo militante una Contrarreforma que busque evangelizar al pueblo indígena; los santos, beatos y siervos de Dios aparecieron en esta época llevando una vida ejemplar de austeridad. “Su fama de virtud era tan grande que a sus exequias concurrían desde el virrey hasta los esclavos, y la multitud pugnaba por arrancar un fragmento de sus vestidos para guardarlo como reliquia”.[12]

ALEGORÍA DE SANTA ROSA/ANÓNIMO/ÓLEO SOBRE TELA/134X112 CM./SIGLO XVII/FOTO POR: LOURDES HUYRA.

Isabel Flores de Oliva, conocida más tarde como Santa Rosa de Lima tuvo una fuerte vocación religiosa que “[…] probablemente, aquella vivencia-la visión cotidiana de los sufrimientos que padecían los trabajadores indios-pudo ser la que dio a Rosa de Santa María la preocupación por remediar las enfermedades y miserias de sus prójimos”[13].

Dentro de los lienzos que forman parte de la colección se encuentra La defensa de la Eucaristía pintura anónima realizada en el siglo XVIII representa a Santa Rosa de Lima sosteniendo la custodia o Alegoría de Santa Rosa, cuya imagen representa a la beata sujetando un ramo de rosa alzando su mirada hacia el niño Jesús.

LA DEFENSA DE LA EUCARISTÍA/ANÓNIMO/ÓLEO SOBRE TELA/145X119 CM./SIGLO XVII/FOTO POR: ROBERT LAIME.

Por otro lado se tiene a San Francisco de Asís, uno de los santos predicadores del virreinato cuyo mensaje era motivar la penitencia, la humildad y el arrepentimiento. En la pintura anónima Éxtasis de San Francisco de Asís se puede observar una escena iluminada y armoniosa, donde San Francisco se encuentra postrado en la tierra con un crucifijo a su lado y en el cielo se observan angelitos, unos vestidos y otros desnudos. El lienzo representa “[...] un estilo plenamente barroco con un buen dominio de los colores y una armoniosa composición”.[14]

En conclusión, la exposición cuenta con una amplia información y una gran variedad de obras que nos permiten conocer el orden social, político y religioso en la época del virreinato. Tanto el siglo XVII como el siglo XVIII están marcados por una influencia europea, pero que con el tiempo se vuelve autóctona y nos muestra una identidad arraigada bajo las principales manifestaciones de nuestra propia historia.

ÉXTASIS DE FRANCISCO DE ASÍS/ANÓNIMO/ÓLEO SOBRE TELA/109X101.5 CM./SIGLO XVIII/FOTO POR: LOURDES HUYRA.

Notas:

[1, 14] Rojas, J. (2015) La imagen del Virreinato del Perú a través de la pintura. Salamanca: Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Salamanca. p. 9, 15. 

[2, 4] Gutiérrez, R. (2008) La Pintura y la escultura en Hispanoamérica. Granada: Universidad de Granada. p. 2, 3.  

[3, 5, 6, 7, 10] Patrucco, S. (2000) “El Perú virreinal: Sociedad, economía y arte”. En Historia del Perú. Lima: Lexus Editores. p. 505, 512, 540, 541

[8] Bernales, J. (2002) “La pintura en Lima durante el virreinato”. En Pintura en el virreinato del Perú. Lima: Talleres Gráficos de Ausonia S.A. p. 58.

[9] Jimenez, A. (2003-4) “Don Gonzalo de Córdoba: El genio militar y el nuevo arte de la guerra al servicio de los reyes católicos”. En Chronica Nova. Nº 30, p. 191-211.

[11] s/d (2011) La virgen María y su presencia en la pintura cuzqueña. Textos PUCP. Disponible online.

[12] Sánchez-Concha, R. (2000) “Virreinato: Instituciones y vida cultural/Los Santos del Perú”. En Historia del Perú. Lima: Lexus Editores. p. 606.

[13] Hampe, T. (1997-1998) “Cristianización y religiosidad en el periodo colonial (un estudio sobre la bibliografía de los años 1990)”. En Redial, N° 8-9. Disponible online. 

Datos:

Galería Germán Krüger Espantoso del ICPNA Miraflores.

Lugar: Av. Angamos Oeste 160, Miraflores.

Horario: de martes a domingo de 11:00 a.m. a 8:00 p.m.

Hasta el 10 de diciembre.

Ingreso libre.


Escrito por

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