Por: José Fuentes Sadowski. 

Arqueólogo. 

Es una pena que el Perú vaya a celebrar su Bicentenario de esta manera: destruyendo la mayor parte del sitio arqueológico más importante de la capital y a la vez uno de los más importantes y famosos de toda el área andina, el oráculo del Santuario Arqueológico de Pachacamac.

Donde alguna vez ayunó de forma respetuosa Túpac Inca Yupanqui en campaña, ahora oscuros intereses con el aval del Ministerio de Cultura y la Municipalidad Metropolitana de Lima promoverán la construcción de un “Parque metropolitano” en los sectores 2 y 3 del santuario, donde se encuentran la 3ra y 4ta muralla, varios edificios sepultados por la arena e infinidad de vestigios arqueológicos que hasta ahora milagrosamente han sobrevivido a la expansión inmisericorde de la Lima Metropolitana.

Hay que ser más que un arqueólogo mediocre (más exactamente un “arqueólogo coludido”) para negar que allí se encuentran miles de evidencias arqueológicas que comprobaron varias investigaciones hechas precisamente en esos sectores (excavaciones de arqueólogos como Ponciano Paredes en El Panel, de Jesús Ramos en el sector Las Palmas, de Krzysztof Makowski y Daniel Guerrero entre la 2da y 3era muralla, y ahora último, el rescate hecho por el mismo MUNA), pero aún peor: para decir que los vestigios en toda la extensión de esos “arenales sin valor” son de poca importancia, o que con sólo un rescate supersónico se podrá solucionar el “problema” de su condición arqueológica.

Paradójico que promuevan un concurso “urbano paisajista” cuando precisamente eso va a dañar el paisaje natural de Pachacamac que aún mantiene la impresionante vista de lo que aún queda de los arenales entre el Rímac y el Lurín.

El que participe una inmobiliaria en esta campaña hace pensar que el “Parque metropolitano” es solo la careta de otras intenciones para toda la extensa zona: la construcción de lujosas edificaciones con el privilegio de la “vista a la huaca”. Incluso la construcción de edificaciones mínimas o la vegetación dañarían e impactarían en los vestigios que existan allí, y todos mis colegas lo saben perfectamente por básicos principios profesionales.

Insto a los colegas con principios, a los estudiantes y jóvenes idealistas aún no pervertidos por la tecnocracia, a los profesionales interesados en el pasado peruano y a toda la ciudadanía que ama y que es consciente de la importancia de su patrimonio que alcemos nuestra voz de protesta y no nos quedemos callados ante semejante atrocidad con nuestro pasado, nuestro patrimonio y nuestra historia.

Basta de tanto cinismo. El Perú y Pachacamac no merecen autoridades así y menos celebrar el Bicentenario de esta manera.