Por: Kiara Barrios.
Cae la tarde en “La Wayunka” y Gustavo Puente Avellaneda se pasea por todos los rincones de su local, la música andina y suave que acompaña esta entrevista refleja muy bien la personalidad del artista, quien se inspira del paisaje y naturaleza del ande para realizar sus trabajos.
De mirada sincera, manos marcadas por su trabajo y una sonrisa generosa Gustavo Puente tiene la gentileza de mostrar sus obras de primera mano para TVRobles.
- ¿Cómo inicia en el mundo de la pintura?
Pues desde muy joven noté el paisaje, las campiñas de flores, las parcelas, los cerros. Todos esos fragmentos me motivaban. El color me cautiva, pues incluso cuando nos daban la lista de útiles escolares nos pedían solo 12 colores, yo ponía 24.
De forma anecdótica, cuando cursaba primaria, la Municipalidad de Acobamba organizó un concurso de pintura infantil. Mi padre me dio todos los materiales y yo decidí pintar la Iglesia, pero justo al finalizar mi trabajo el viento le da la vuelta y el agua se derrama en la pintura. Estaba desanimado, pero mi papá me insistió en entregarlo así; no sé si ese efecto arregló el cuadro pero… ¡Salí ganando!
- ¿Cuál considera que es la esencia de su obra?
- Diría que el mundo andino en general, toda la cosmovisión andina, y casi de forma casual el maíz ha sido el elemento vital para representarlo. Un día salí a un barrio llamado Coto, pasé por unas casitas inhóspitas de tejas, de adobe. Encontré un maíz solitario y decidí guardarlo. Más tarde, cuando estaba pintando, se me ocurrió usarlo, pintar un maíz o “Sara” –maíz en quechua– me parecía muy solitario, así que pinté una wayunka, que es el conjunto de mazorcas, y fue de esa forma que se volvió parte de mi obra.
- ¿Qué etapa es la más complicada durante su proceso creativo?
- Normalmente intervienen varios factores, uno de ellos es encontrarse con uno mismo, el artista siempre busca estar solo. Hay un criterio al que llaman “ocio creativo”, es el momento en el que el artista se encuentra como divagando, buscando cosas. Incluso, en una anécdota de Picasso, cuando le preguntan ¿Maestro, usted que está buscando? Y él responde: yo no busco, encuentro.
- ¿Qué simboliza el maíz en su obra?
- La simbología del maíz es importante dentro de nuestra cultura milenaria, se ha sintetizado en la cultura Inca, de ahí que en la celebración del Inti Raymi (24 de junio) el inca lleve en su cetro una mazorca de oro, que simboliza la prosperidad. Por eso es que se asocia a la cultura Inca como la cultura de oro.
- ¿Cómo describe su técnica?
- Bueno, la técnica es el desarrollo pictórico. El estilo o la tendencia de mi obra está ligada al mundo andino, no me puedo caracterizar como un pintor indigenista o neoindigenista, tengo también obras surrealistas, es muy variado. No me encasillo, pero en si la esencia está en lo andino.
- ¿Cuál es el mejor consejo que le han dado en el mundo artístico?
- Cuando hice mi primera exposición, aquí en Acobamba, le pedí a mi profesor Cajahuaringa que hiciera mi presentación, y coincidentemente conocí a Eleodoro Vargas Vicuña, uno de los grandes escritores peruanos de la década del 50, él me hizo el saludo de la obra: “Nunca olvides la perseverancia, el coraje y la constancia” aquello que me dijo siempre lo he tenido muy en cuenta, es válido para toda actividad humana.
- En Tarma, ¿se valora el arte?
- Yo creo que sí, de alguna manera sí. Y sucede lo mismo que en Lima, está sectorizado, Tarma a pesar de ser pequeño tiene un mundo de artistas plásticos que no tienen nada que envidiar a los artistas arequipeños o piuranos, además imagino que mis colegas tarmeños se han inspirado mucho en el paisaje de Tarma. La belleza inmanente está en esas quebraditas, los pueblitos pequeños, en como la niebla va cubriendo las parcelas y se dibujan las quebraditas.
- “La Wayunka” es un punto tanto gastronómico como artístico ¿Qué lo motivó a realizar este proyecto?
- Anteriormente, cuando mi papá estuvo en vida, se llamaba “El Oasis”, a raíz de su fallecimiento todo se trastoca, derrumbamos todo. Siempre decía “¿cómo construimos sin jardines, sin campos de flores?”, entonces como un homenaje a él decidimos cambiar toda la fisonomía de la casa. Justo en esa época yo había pintado La Wayunka y fue mi hermano quien propuso ponerle ese nombre, además siempre he sido inquieto así que concebí hacer también eventos culturales, exposiciones, como hace poco con Ruwasganchik –“Lo que hacemos”– evento multidisciplinario lleno de poesía, música, literatura, fotografía y pintura.
- Actualmente ha estado experimentando con distintos lienzos y texturas, entre ellos está el pintado en rocas ¿Podría comentarnos un poco sobre esto?
- Una de las facetas de mi vida es haber estudiado Geología en San Marcos, y en una de las prácticas me pregunté ¿por qué no pinto en las rocas? –el lienzo que nos ofrece la naturaleza–. La roca de Muruhuay es un regalo de Dios y, para quienes creemos en ella, tiene un valor sagrado. En las mañanas, como haciendo deporte, escojo las rocas más caprichosas, ellas me dictan el tema. En la casa también tengo un stock de rocas esperando a ser pintadas, la técnica es óleo sobre roca de Muruhuay. No hay roca igual.
- Su obra ha sido expuesta en Italia y Estados Unidos ¿Cómo se siente al respecto?
- La obra de arte es como un ave que está volando y encuentra su destino, no tiene fronteras. Lo bueno, es que partiendo de un punto común como es Tarma la obra se va universalizando, para que conozcan como son y cómo sentimos.
- Su trabajo artístico lo ha llevado por diversas partes del mundo ¿Cuál de todos los lugares que visitó le generan más añoranzas?
- De repente en México, porque cuando lleve La Wayunka compartimos un lenguaje común, pues para ellos el maíz simboliza, incluso, su gastronomía. Entre dos culturas milenarias –la azteca y los incas– el hombre es el hijo del maíz.
- En el año 2013 su exposición “Rapsodia del Color” se presenta en la Facultad de Letras de la UNMSM. Durante la inauguración usted menciona que “somos una cultura milenaria que aún no ha logrado una identidad nacional” ¿A qué cree que se deba esto?
- Justamente ese fue un tema cuando era estudiante en Bellas Artes, e imagino sigue siendo recurrente. Una vez que los nativos, amazónicos, negros, blancos, chinos, todas las migraciones italianas que hayan podido llegar al país acepten que somos uno solo el Perú volverá a ser grande.
- En el 2015 presentó en México su obra “Fertilidad y Prosperidad”, y en base al gran bagaje cultural y artístico de este país, sobre todo en la pintura ¿Sintió alguna relación entre su trabajo y el de los antiguos mexicanos?
- Claro, justamente esta se llevó a cabo por motivo del Día Internacional de la Mujer, para formar el nombre, la mujer es quien representa la fertilidad y el maíz prosperidad, entonces conversábamos sobre como ellas pueden hacer que dos sociedades logren unirse.
- ¿Siente alguna diferencia entre el público extranjero y peruano cuando aprecian su obra?
- De repente, el mundo extranjero, no entiende al comienzo el mensaje de la obra, luego cuando inicia el discurso logran sincronizarse. Sucedió en Ruwasganchik, llegaron artistas polacos, suizos, japoneses y holandeses, y cuando el Tarama –el sacerdote– empezó a hacer el ritual de ofrenda a la mama pacha todos nos unimos, como en una misa. Una noche mágica.
- Ha sido nombrado embajador de la Marca Junín, con el fin de representar a los artistas plásticos contemporáneos de nuestra región. Principalmente, ¿en qué cree que se debería poner más énfasis para trabajar en pos de ellos?
- La idea es mostrar lo que hacemos en Tarma, impulsar al artista de nuestra región, y hacer notar que producimos cultura. Además, los tarmeños también nos merecemos consumir buena poesía, cine, literatura, fotografía y pintura. Buena cultura.
- Su relación con diversos artistas, como Héctor Meza Parra, son motivo de largas tertulias en “La Wayunka” ¿Qué es lo que más aprecia de estos momentos?
- El encuentro entre artistas –pintores y escritores– es casi natural, como la tierra llama a la lluvia. A veces, solo con el pretexto de un cafecito o una chicha de jora, nos vamos contando anécdotas de nuestra vida, y siempre sale algo en sentido artístico. Siempre hay retroalimentación.
- ¿Podría comentarnos un poco sobre sus nuevos proyectos?
No los tengo claros, solo sé que soy inquieto y el arte es como la vida misma. Tengo una posible sala en Lima, la obra se está gestando aún, no sé cómo se llamará ni lo que voy a pintar, solo sé que voy a pintar. La inspiración se encuentra en cualquier lado, a veces viene a mí cuando estoy en la noche pensando o de paseo con mi cámara y debo tener un cuaderno siempre a la mano, si no lo hago esa idea se pierde.
Avellaneda sonríe, el sol de la tarde cubre sus pies y “La Wayunka” se va llenando de comensales y admiradores a quienes con gustosa sonrisa saluda al llegar. La entrevista ha terminado, pero aun así tiene las energías suficientes para mostrar y exponer sus obras a cualquier curioso del arte que se lo solicite. Acaricia su Iglesia de Muruhuay plasmada en la roca, está orgulloso de su obra.
- ¡Muchas gracias!
- A ustedes.