Editorial: Cultura en tiempos de pandemia
El sector corre un grave riesgo a causa de la crisis sanitaria desatada por la pandemia del coronavirus y urge que se tomen medidas para evitar su colapso.
Cada vez que nuestro país atraviesa una crisis, el sector Cultura es de los primeros en sufrir sus efectos. A pesar de todos los esfuerzos que se han orientado para salvar vidas y evitar una depresión económica por la propagación de la COVID-19, la producción cultural en el Perú ha tenido nuevamente un impacto económico negativo.
Incluso antes de la declaración del estado de emergencia, la mayoría de espacios culturales cerraron y suspendieron sus actividades como parte de las medidas preventivas para evitar más contagios. Este suceso no sólo ha afectado a estas organizaciones, sino también a los trabajadores del rubro en diferentes regiones del país.
La importancia del sector Cultura radica en la formación del pensamiento crítico, una virtud necesaria en tiempos de crisis donde abunda la desinformación y el pánico irracional. Además, genera ingresos a través del sector turismo, tiene un importante papel pedagógico para formar ciudadanos, promueve la imaginación y la apreciación estética, libera la tensión y alivia la angustia en un sentido espiritual.
Si bien es cierto que el Estado y algunas instituciones culturales privadas han optado por trasladarse a plataformas digitales para compartir sus contenidos, esta vía sigue siendo limitada en un país donde, de acuerdo al censo nacional 2017 del INEI, sólo el 28% de sus habitantes tienen acceso a un servicio de internet de baja calidad y alto costo en relación a otros países de Latinoamérica.
El cese del estado de emergencia nacional no será suficiente para recuperar a corto plazo la confianza del público en asistir a espacios culturales o actividades en espacios públicos. Además, esto afectará a largo plazo el trabajo de artistas independientes y gestores culturales, con una alta probabilidad de sepultar sus iniciativas culturales.
Ante este panorama, urge que el Ministerio de Cultura deje el silencio institucional y evalúe algunas posibilidades de subvenciones para los más perjudicados del sector, como lo son aquellos que sostienen nuestro patrimonio cultural: los artesanos. No podemos dejar de lado la realidad de los más de 80,000 artesanos inscritos en el Registro Nacional de Artesanos -sin contar a aquellos que no lo están- ya que se estima que la gran mayoría está en situación de pobreza.
Países como Alemania y Francia han dado el paso de reconocer el valor de las industrias culturales como parte de los bienes de primera necesidad que serán beneficiadas por el rescate financiero. Nuestra nación, con toda la riqueza cultural que nos caracteriza, no debería ser la excepción.