Por: Martín Boggio. 

Traductor, redactor y corrector independiente.

Con el pasar de las semanas en cuarentena por la crisis sanitaria originada por el COVID-19, y sin una fecha prevista en la cual podamos volver a cierta normalidad, cada vez se hace más claro que esta pandemia cambiará nuestra vida por completo. Al menos por varios meses más hasta que se haya encontrado una cura si es que alguna vez se encuentra.

Uno de los aspectos que cambiarán drásticamente será, sin duda, la forma de apreciar la cultura. Aunque las películas, las series y los documentales ingresaron hace ya buen tiempo al mundo virtual (con mucho éxito) a través de diversas plataformas de streaming, como Netflix, el resto de áreas culturales no le siguieron los pasos al mismo ritmo. Y tal vez sea por el propio gusto y las propias preferencias de quienes consumimos actividades culturales.

No es lo mismo ver una obra teatral por televisión que en un teatro lleno, como no es más emocionante asistir a un concierto que mirarlo por la laptop. De igual manera, apreciar pinturas y esculturas en persona al visitar un museo o galería de arte no tiene el mismo impacto que un recorrido virtual. Sin embargo, tampoco podemos dejar de mencionar que estas opciones nos dan la oportunidad de observar aquello que de otro modo nos sería imposible. Visitar el Louvre es un lujo que no muchos se pueden dar.

Sin embargo, en esta época de confinamiento mundial, han cobrado inusitada relevancia esas opciones virtuales. Los medios de comunicación empezaron a publicar artículos sobre los museos nacionales e internacionales que se pueden visitar online. De la misma manera sucedió con las zonas arqueológicas. Diversos grupos musicales han transmitido conciertos pasados, y otros músicos han hecho pequeños recitales con sus seguidores a través de Facebook. Otro ejemplo: la Filarmónica de Berlín abrió gratuitamente su Digital Concert Hall durante todo marzo.

Como habíamos mencionado al principio, la pandemia cambiará nuestra vida por completo. El anuncio del premier Vicente Zeballos respecto de que las actividades sociales quedarán restringidas indefinidamente nos hacen pensar que no podremos ir al cine, teatro, museo o conciertos por mucho tiempo. ¿Cómo la industria cultural podrá adaptarse a esto? Los músicos necesitan tocar, los artistas necesitan exponer y los museos necesitan visitantes.

Ante este problema, las plataformas virtuales parecen ser el espacio ideal hacia donde deben empezar a mirar las iniciativas culturales de aquí en adelante. El colectivo Tubo de Ensayo, por ejemplo, ya está dando un paso adelante al ofrecer una puesta en escena completamente virtual y gratuita.

Sin embargo, no todo puede ser gratuito por demasiado tiempo, en especial para una industria, como la cultural, tan sensible a las crisis. Conozco el caso de dos bandas extranjeras cuya gira musical tuvo que ser cancelada apenas iniciaba a causa de la pandemia. Este hecho les generó una tremenda pérdida económica. Para recuperar algo de dinero idearon realizar un concierto virtual en vivo, y para acceder a él los seguidores debían pagar. A pesar de esto, la respuesta de ellos fue muy buena.

Estoy seguro de que en algún momento, en nuestro país, actores y grupos musicales tendrán que hacer lo mismo: ofrecer actuaciones virtuales pagadas. Después de todo, para ellos, subirse a los escenarios es parte de su trabajo y de eso viven.

Y a partir de aquí surgen varias preguntas que solo el tiempo podrá responderlas. ¿Tendremos un público lo suficientemente maduro para comprar el acceso a actividades culturales virtuales, a pesar de las difíciles circunstancias? ¿Estos eventos virtuales se producirán solo mientras dure la pandemia? ¿O darán lugar a una nueva forma de consumir eventos culturales que será permanente?