Por: Pedro Pablo Alayza Tijero. 

Director del Museo de Osma.

La hora que nos toca vivir es sin duda una de las más duras y dramáticas que ha afectado a la humanidad en las últimas décadas. En este momento, la pandemia del coronavirus, que ha sorprendido al mundo entero, ejerce una presión muy grande sobre los espacios y las actividades que dependen del público. Los museos son instituciones particularmente sensibles en la medida que forman parte de la amplia oferta cultural y las industrias del tiempo libre.

En el Perú, como en todos los demás países del mundo, las medidas de aislamiento social han afectado seriamente la economía de los museos tanto privados como públicos. Los ingresos por taquilla y demás servicios que la institución ofrece se han visto paralizados abruptamente. La dependencia del turismo se ha hecho patente: el periodo previsto para la recuperación de este sector de la economía es de 18 meses en promedio. Tenemos por delante tiempos muy complicados.

El público y los gestores de museos consideran que este es un espacio de encuentro de la ciudadanía con su historia, con el presente y también con su futuro. La situación nos ha llevado a recrear en el espacio virtual, algo de la experiencia vivencial que representa la visita al museo. Esta crisis nos ha obligado a tomar acciones rápidamente para no perder el capital humano ganado a lo largo de los años.

Por lo tanto, estamos viviendo una situación paradójica, aquello que en el pasado se consideraba ciencia ficción. El espacio cibernético se ha convertido el día de hoy en el espacio real: el museo existe hoy en el medio virtual, en las redes sociales y en la web. Si bien la trillada expresión de que toda crisis implica una oportunidad, en este caso los gestores de museos nos hemos visto en la necesidad de repensar la institución más allá del problema estrictamente económico, planteando nuevas vías de encuentro con nuestro público y generado dinámicas insospechadas hasta hace algunas semanas.

Probablemente el cambio que se está dando en estos días vaya a permanecer por mucho tiempo, debido a la crisis que vivimos. Las estimaciones más optimistas presentan un horizonte de un año, pero aun todo es muy especulativo. Por ello, debemos prepararnos para múltiples escenarios temporales y de gestión. Un esfuerzo muy relevante está en nuestra capacidad de adaptarnos a las actuales circunstancias y será necesario poner a prueba la voluntad y el talento de los profesionales del museo.

Soy de la opinión de que el museo es, además de un edificio que custodia valiosas colecciones, una idea. Es indispensable verlo desde múltiples ángulos para entenderlo en su complejidad. La experiencia del descubrimiento de la maravilla del arte y de sus creadores, sean estos del pasado remoto o contemporáneos nuestros, como el aprendizaje de saberes diversos de la historia de la ciencia o la naturaleza, son aspectos que podemos recrear en la imaginación de nuestros visitantes.

La vigencia de los museos se hace cada día más patente, como un repositorio de la memoria colectiva, de la identidad y de la pertenencia. Su utilidad para la sociedad se refleja en el poder que emana de la cultura como una manera de ver el mundo y del modo en que debemos intentar mostrar nuevas rutas para el entendimiento común. Es tarea nuestra irradiar este espíritu e integrarnos a una sociedad cada vez más compleja, diversa y en continuo cambio al mismo tiempo.

Las situaciones paradoxales son en sí momentos inusuales. Hoy la visita al museo como espacio físico es imposible. Esta experiencia única tardará mucho en ser nuevamente una práctica cotidiana. Existir en el medio virtual, mientras tanto, nos ofrece la oportunidad para que el sueño del “museo al alcance de todos” sea una realidad.