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foto: archivo tvrobles.

¿Ministerio insostenible por paralización de Machu Picchu?, por José Fuentes

“Causa bastante sorpresa que buena parte del financiamiento de todo un ministerio del país resida de forma crucial en la ‘explotación’ turística que se hace a uno de los sitios más emblemáticos del país”.

Publicado: 2020-05-06

Por: José Luis Fuentes Sadowski

Licenciado en Arqueología.

El pasado lunes 4 de abril, la ministra de Cultura, Sonia Guillén Oneeglio, arqueóloga sanmarquina que tiene una larga trayectoria de investigación en el país tuvo una sesión virtual con la Comisión de Cultura y Patrimonio Cultural del Congreso de la República. Entre otras cosas, se discutió sobre la actual situación de este sector ante la grave crisis sanitaria que afecta al país. Hizo mención, para bastante preocupación de nuestra parte, de que la propia “sostenibilidad” del Ministerio de Cultura se ha visto afectada por el hecho de estar paralizados los ingresos al sitio arqueológico inca de Machu Picchu en el Cusco, que, como se recordará, hace poco más de 10 años fue declarado una de las siete maravillas del mundo moderno.

Causa bastante sorpresa que buena parte del financiamiento de todo un ministerio del país resida de forma crucial en la “explotación” turística que se hace a uno de los sitios más emblemáticos del país, sitio para el que en los últimos años se estuvo advirtiendo de una serie de problemas en cuanto a la afectación de su integridad por la masiva afluencia de turistas.

La segunda vez que fui a Machu Picchu y pude visitarlo de una forma concienzuda fue en el 2004, cuando pude subir hasta la cima del Huayna Picchu. Pude recorrer de forma libre los diferentes sectores del sitio, ir y venir por los pasajes y escalinatas, detenerme a observar y dejarme ensimismar por la belleza e impacto de las ruinas de piedra Inca.

La tercera y última fue el año pasado 2019, en la cual vi con sorpresa que se había creado un único circuito de recorrido y visita en el sitio, en el cual todos los visitantes ingresaban y caminaban a lo largo de este como en una fila india, con difícil posibilidad de regresar en sentido contrario debido a la fila de turistas que recorrían y que los pasajes o escalinatas del sitio arqueológico son muchas veces estrechos. Prácticamente se pasaba menos de un minuto en cada edificio o atractivo del sitio inca, y se tenía que seguir de forma obligatoria, empujado por la gente que venía detrás de uno. Nada que ver con la visita sosegada que pude realizar en el 2004. En la última se había reducido a una suerte de pasarela apresurada por el sitio, apresurada por la afluencia incesante de turistas.

¿Es este tipo de afluencia o de turismo apresurado, destinado a tratar de meter como sea más gente al ya deteriorado sitio arqueológico Inca, el que sostiene al Ministerio de Cultura? Me sorprendió una declaración así de la ministra Guillén, puesto que comprueba que en estos años no solo se ha consentido una estrategia de afluencia turística desproporcionada al emblemático sitio inca, sino que para el Estado peruano este Ministerio no ha sido lo suficientemente prioritario para asignarle una partida de dinero propia y fuera del devenir turístico de un solo sitio arqueológico.

Guillén es una arqueóloga muy capaz y podría, pienso, poder convencer al Gobierno de que esta crisis es una oportunidad de cambiar esa visión, ya que no sabemos con exactitud cuándo podrá abrir la ciudadela inca al turismo internacional, ese que nos trae el dinero para sostener a todo ese Ministerio.

Es cierto que convertir a destacados sitios arqueológicos del Perú en nuevos machupicchus podría traernos bastante dinero, e imaginamos que de darse esa situación podrían levantar y mejorar en mucho la situación del Ministerio de Cultura, mejorar la calidad de sus elencos, de su infraestructura, de los sueldos del personal, de su logística, etc. Pero para eso debe haber un cambio radical en la importancia y el papel que el Gobierno, el Estado y toda la sociedad le da a la “cultura” en el país, no solo a la arqueología o el patrimonio, sino a otras manifestaciones culturales tan importantes como las anteriores, como las propias poblaciones indígenas, las danzas, fiestas populares y la tradición oral.


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