Por: Michel Pando.

Una nueva película ha llegado al catálogo de Netflix, en su idioma original Das schaurige Haus (Paredes siniestras) es una producción austriaca del 2020 encasillada como género de terror, sin embargo, se le puede adjudicar una categoría familiar, ya que la historia de intriga y misterio es fresca y sin escenas “fuertes”. El director Daniel Prochaska tiene influencia directa de su padre Andrea Prochaska quién posee experiencia en este tipo de metrajes, un claro antecedente es la película de terror adolescente Morirás en tres días del 2006. En esta oportunidad Prochaska hijo reunió un buen equipo de trabajo para la realización, tanto la música de Karwan Marouf y la fotografía a cargo de Matthias Pötsch destacan en este largometraje.

La premisa es sencilla y está basada en la novela de Martina Wildner del 2011: Das schaurige Haus. A nivel cinematográfico fue comercializada como Paredes siniestras. La historia cuenta el descontento del protagonista adolescente que tiene que mudarse de Alemania a un pequeño pueblo alejado en Austria por el trabajo de su madre; junto a su madre y hermano pequeño arriendan una vieja casa en dicho pueblo y es aquí donde las cosas se empiezan a tornar extrañas.

El relato ligero y muy entretenido se irá desarrollando en torno a este misterio que será develado hacía el final. No es una trama complicada y es bastante lineal, con un ritmo sencillo y algunos picos de emoción, en general es una propuesta que pudo ser mejor explotada. A pesar de ciertos fallos en el guión que surgen por una mala adaptación, el trabajo que realizaron Marcel Kawentel y Timo Lombeck no deja de ser divertido y familiar, lo que ayuda a ver Paredes siniestras con facilidad. Por otro lado el color es un punto destacable ya que baña todo de una sensación vintage y hogareña, con tonos verdes y terrosos bien marcados; la fotografía muy bien planteada ya que permite destacar los parajes naturales del remoto pueblo apartado del mundo, incluso en las tomas interiores de la casa y la cueva, todo luce muy estético.

Para puntualizar la película de Prochaska hijo es aceptable en cuanto a sus aspectos formales, bien compuesta desde el color a la música, con atractivas escenas fotográficas y un guión fresco, divertido e intrigante por momentos, sabe manejar bien sus ritmos y tiempos ya que los 100 minutos que dura la película no se hacen notar. Perfecta para verla con niños en casa un domingo por la tarde.