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fuente: archivo tvrobles.

Identidad y Nación: Los monumentos del Centenario

Una breve mirada al histórico legado patrimonial heredado por el Centenario y su relevancia en la conformación de la identidad nacional.

Publicado: 2021-07-18

Por: Franz Linares.

Las celebraciones por el primer Centenario republicano significaron algo más que un conglomerado de actos festivos y conmemorativos para la historia del Perú. Dichas solemnidades quedaron materializadas para la posteridad en un conjunto de piezas monumentales que hoy todavía siguen embelleciendo determinados puntos de la ciudad. Sin embargo, un análisis más profundo de estas joyas y obras de arte nos revelarán la marcada impronta del contexto histórico en el cual fueron elaboradas, así como su relación con diversos acontecimientos tales como el proceso de urbanización limeña, la industrialización, la proletarización y, principalmente, la construcción de la imagen de identidad y nación que hoy nos caracteriza a todos como peruanos.

Contexto del centenario

Las fiestas oficiales por el primer Centenario de la Independencia del Perú se realizaron entre los años de 1921 y 1924; es decir, se desarrollaron en un periodo de cuatro años consecutivos que coincidieron con dos celebraciones muy importantes: La Proclamación de la Independencia, por un lado; y la batalla de Ayacucho, por el otro. [1]

El periodo histórico dentro del cual se enmarcan dichas festividades corresponde a lo que en la historia del Perú se conoce como el Oncenio de Leguía. Llamado así debido a que tuvo una duración de once años, el Oncenio ha sido hasta ahora el gobierno republicano de mayor duración dentro de la historiografía peruana. Y, tomando a Leguía como su actor principal, diremos que el aspecto fundamental del Oncenio fue la definitiva concretización de un proyecto que ya había sido buscado con afán por sus predecesores: la modernización del país.

Si nos situamos en el contexto histórico de inicios del pasado siglo, veremos que el Perú ha perdido aquella vieja preeminencia colonial otrora característica. Lima, su capital, había dejado de ser aquella pomposa ciudad de los siglos XVII y XVIII. En efecto, ya en el siglo XIX Lima ha perdido toda preponderancia sobre cualquier otra ciudad capital de la región; y “[...] para inicios de siglo XX Lima es todavía una ciudad carente de casi todos los servicios básicos”.[2]

Debido a esto es que el régimen de Leguía, la llamada Patria Nueva, optó por desarrollar un proyecto de renovación y modernización de la ciudad. Este, aprovechando los festejos por el Centenario republicano, canalizaría todos sus esfuerzos en las ciudades de mayor significación histórica tales como Pisco, Arequipa, Huamanga, pero principalmente Lima.

La Lima centenaria

Por obvias razones el centro de las celebraciones sería la ciudad capital: Lima. Los proyectos para su ornamentación y embellecimiento fueron de incumbencia tanto estatal como particular; y todo esto fue planificado a una envergadura tal, que en palabras de Leguía: “Era preciso que el Perú tuviese una capital digna de su antiguo renombre y de su esplendoroso porvenir.”[3] En este sentido, la historiadora María Flores Ledesma escribe al respecto que:

“El mayor impulso en este sentido es el llevado a cabo durante el gobierno de Augusto B. Leguía. Ni un gobierno anterior a Leguía se preocupó tanto –antes ni después– por el aspecto ornamental de Lima que incluyera una serie de monumentos relacionados al pasado peruano”.[4]

Asimismo, Carlota Casalino detalla que: “El espacio urbano fue modificado de manera dramática, lo que hizo que Lima casi pareciera otra ciudad después de las celebraciones”.[5]

Sin embargo, el proyecto de la Patria Nueva no consistiría únicamente en la reforma material de la ciudad, sino también en una transformación integral de la visión del país como Estado y Nación. Así, en una época en la que “[...] parecerse a las pujantes urbes europeas del momento era sinónimo de progreso”, Leguía no solamente buscaba presentar una Lima ilustre, distinguida y esplendorosa, sino que además el asunto de la ornamentación de la metrópoli adquirió matices relativos a la “cohesión e identidad” nacionales.[6]

Obsequios centenarios

Es aquí donde radica la importancia de las obras de arte monumental que van a destacar entre las efemérides propicias a las celebraciones por el Centenario, las cuales dejarán impregnadas sus huellas en el imaginario colectivo nacional a través de los años.

Para esto, hemos de destacar especialmente aquellos monumentos que nos fueron obsequiados por las colonias residentes en el país, referentes alegóricos cuyas características son las que más nos ayudarán a entender el sentido de integración, cohesión e inclusión social que se pretendía exponer.

Empecemos por destacar el monumento donado por la colonia japonesa: la imponente efigie de Manco Cápac situada en la plaza del mismo nombre en el distrito de La Victoria. Este fue el primer monumento históricamente consagrado al mítico personaje fundador del Tahuantinsuyo; pero además su realización se llevó a cabo “[...] por ser un emblema que hermanaba al Perú y al Japón, al ser considerado el antiguo Inca como “Hijo del Sol”, concepto también presente en la cultura japonesa”.[7] Asimismo, “[...] la elección del personaje obedeció a que por entonces las teorías sobre el origen asiático de los antiguos peruanos estaban más vigentes que nunca”.[8]

La Fuente de las Tres Razas, ubicada en el Parque de la Exposición, fue el presente otorgado por la colonia china. Este nos muestra también el afán de integración y peruanidad al destacar a las diferentes “razas” (como se llamaba en aquella época) convivientes y características en nuestro país: la amarilla, la blanca y la negra.

Un claro ejemplo de fusión y mestizaje cultural asimilado en el transcurrir de la historia nos lo muestra el Arco Morisco otorgado por la colonia española. Donación representativa de un pasado histórico por ellos asimilado durante siglos, simbolizó a otro de los referentes históricos también heredados hacia nosotros, especialmente durante el periodo virreinal: la influencia de la cultura árabe. Hoy desaparecido, existe una réplica en el Parque de la Amistad ubicado en el distrito de Santiago de Surco.

El regalo de la colonia francesa fue la estatua de La Libertad, ubicada en la Plaza Francia. Este monumento fue concebido como una apología a la libertad, y como símbolo representativo de la nación libre e independiente.

Resalta también la estatua de El Estibador, presente de la colonia belga, la cual se encuentra ubicada en la Plazuela Bélgica en el Cercado de Lima. A inicios del pasado siglo, en pleno contexto de industrialización y el incremento pujante de la masa obrera, esta escultura “[...] iba a tono con la época de proletarización, pues representaba al obrero y por extensión, a la industria y al trabajo”.[9]

El Museo de Arte Italiano, emplazado en el Parque Neptuno, fue un magnífico obsequio por parte de la comunidad italiana; y es, a saber, el único museo de arte europeo existente en el país. [10]

Por otro lado, aficionados a los deportes, el obsequio por parte de los británicos fue el Antiguo Estado Nacional, que existió hasta 1951, tiempo en el que fue derruido para iniciar las obras del actual Estadio Nacional del Perú. Cabe resaltar que, en 1927, el viejo recinto fue testigo del primer partido jugado por una selección peruana de fútbol.

Podría mencionarse también la Torre del Reloj, ubicada en el Parque Universitario, la cual hacía sonar las notas del himno nacional cada vez que marcaba la hora.

Finalmente, es importante resaltar que también existieron otros monumentos presentados por el Estado. Estos fueron las esculturas de los principales precursores y próceres de la Independencia, dentro de las que destaca el monumento ecuestre de San Martín, ubicado en la famosa Plaza San Martín, epicentro de las principales celebraciones.

Significado del Centenario

Pero, ¿qué significaron todos esos regalos y en qué forma querían que los apreciásemos? Carlota Casalino nos dice que “cada uno de dichos obsequios tiene un profundo significado a tono con el momento que se vivía, con el pasado que se quería rescatar y con la proyección al futuro que se anhelaba”.[11]

Es menester señalar que fue en el Oncenio, y principalmente durante las celebraciones por el Centenario, en donde se termina de confeccionar la imagen de peruanidad que hemos heredado hoy en día. Lo “peruano” tuvo a partir de entonces una connotación distinta: Se convirtió en un término inclusivo que permitió encajar los diversos componentes de nuestra cultura y su diversidad. Esto, sumado al naciente concepto de Estado y Nación, quedó materializado en los monumentos ya mencionados, así como también en muchos otros que la posteridad se ha llevado.

Leguía aprovecharía todo este cúmulo de festividades para catapultar a su régimen y colocarse en una posición de refundador de la República. Esta fue la imagen que proyectó. Para la Patria Nueva, no fueron excesivas sus palabras al pronunciar que era él quien había “[...] procurado definir las fronteras del Perú, desarrollar su riqueza y aumentar el optimismo de su raza”.[12]

Notas:

[1,5,9,11] Casalino Sen, Carlota. (2017). Centenario: Las celebraciones de la Independencia 1921-1924. Lima: Municipalidad Metropolitana de Lima.

[2,4,6] Flores Ledesma, María. (2011). Mármol y Nación: Monumentos urbanos en el Centenario de la Independencia del Perú 1921 (1921-1924). Valladolid: TRIM (Tordesillas, Revista de Investigación Multidisciplinar).

[3,12] Hamann, Johanna. (2015). Leguía, el Centenario y sus monumentos. Lima: Fondo Editorial PUCP.

[7] Nako, H. (27 noviembre 2007). Manco Cápac: Un monumento con historia. Discover Nikkei. (Ver enlace)

[8] Moreno, J. (30 julio 2009). Los regalos por el Centenario. Lima: Diario El Comercio. (Ver enlace)

[10] 5 joyas monumentales que fueron donadas por otros países al Perú y quizás no sabías. (3 noviembre 2020). Canal Ipe. (Ver enlace)


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