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“camino del cielo” de luis de riaño, ca. 1626. MUro de pies del templo de andahuaylillas, cusco. foto cortesía de: hiroshige okada/reproducción fotográfica por: robert laime.

Los muros de la evangelización

Acerca de la exposición “Pintura mural del sur andino” en el Centro Cultural Inca Garcilaso.

Publicado: hace 5 horas

Por: Liz Contreras P.

El Centro Cultural Inca Garcilaso presenta la exposición “Pintura mural del sur andino”, en la que se presenta a cuatro templos coloniales como Andahuaylillas, Huaro, Canincunca y Marcapata, cargados de representaciones religiosas desde la fachada hasta el interior, los cuales albergan gran parte de nuestra historia virreinal peruana.

iglesias coloniales de canincunca, huaro, andahuaylillas y marcapata/foto por: liz contreras p.

Bajo la curaduría de los historiadores del arte Luis Eduardo Wuffarden y Ricardo Kusunoki, la exposición rinde homenaje a Pablo Macera Dall’Orso (1929-2020), destacado estudioso de la pintura mural, quien logró situar a la producción pictórica como un pilar fundamental del arte peruano.

La muestra cuenta con fotografías de las pinturas murales a cargo de Hiroshige Okada, complementadas por piezas de uso eclesiástico de las colecciones del Museo de Arte de Lima, Museo de Artes y Tradiciones Populares “Luis Repetto Málaga” de la PUCP, entre otros. Además, en la parte posterior de la sala de exposiciones se puede visualizar un video 360° realizado por Raúl Montero Quispe con el apoyo de la Asociación de Servicios Empresariales Pedro Arrupe-SEMPA-Ruta del Barroco Andino, que nos permite apreciar detalladamente el interior de los templos.

“puertas de sagrario”, anónimo, ancash, ca. 1600-1620. temple sobre madera. colección particular, lima.
/foto por: robert laime.

Relación pintura mural-hombre

Desde sus inicios, el hombre ha plasmado escenas de animales, cacerías, con el fin de realizar un ritual mágico que, según su creencia, facilitaría la cacería. Él desconocía el impacto que podía tener para su posteridad, sin pensar que, en la posteridad, su comunidad podía entenderlo como un medio de comunicación, lo que escaló hasta la actualidad como materia de estudio.

Durante el virreinato peruano, el arte mural se introduce por parte de maestros italianos como Bernardo Bitti, Angelino Medoro y Mateo Pérez de Alesio, quienes llegan a la colonia a adoctrinar a los artistas peruanos, trayendo la influencia del Renacimiento y Manierismo, entre los que destaca el artista italiano Pérez de Alesio.

El arte mural tuvo una presencia muy fuerte y se extendió por toda América Hispana, no solo como herramienta para la enseñanza religiosa o reservado exclusivamente para las iglesias, sino también como una forma de expresión estética.[1]

El sur andino

El sur andino se delimita por los departamentos de Cusco, Puno y Apurímac, una zona comprendida por valles y confluencia de ríos.

“frontis del templo de andahuaylillas, cusco”, foto cortesía de hiroshige okada/reproducción fotográfica por: robert laime.

El Inca Garcilaso de la Vega lo llamaba “El Cozco”, refiriéndose a este como “el centro del universo andino”, el Imperio de las “Cuatro partes del Mundo”, y no era para menos, estas zonas eran valles fértiles autosuficientes, ya que, gracias a la estratégica ubicación de la zona, los pobladores podían practicar una agricultura intensiva de riego, así como practicar la ganadería.

Cusco se funda en un valle transversal al de Vilcanota, el que une a tres pisos ecológicos que se complementan entre sí: la yunka amazónica, los valles interandinos y el altiplano del Titicaca, mientras que el lago Titicaca permitía la vida en el Collao, haciéndolo habitable.[2]

La relevancia de Cusco y sus riquezas fueron motivo de disputas por la región, causando guerras civiles entre los españoles, por lo que ellos deciden edificar templos con el fin de evangelizar a la población, realizando ello en Juli, Chucuito, así como en construcciones cercas al río Vilcanota, y en regiones mineras como Hatuncolla.

Arquitectura y pintura mural: un solo componente

El hombre en todas las épocas y culturas ha tenido preferencia por un arte integral, es decir, uno que combine el dibujo con el uso del color y relieves. Por lo mismo es que entendemos que al plasmarse en una edificación como soporte, estas dos forman un mismo componente, pero a diferencia de otros tipos de soportes, los muros no tienen límites.

En algunos casos, la pintura mural emula elementos arquitectónicos con el fin de realzar el espacio, aunque en otras ocasiones se realiza debido a la modestia de los materiales de construcción. En ocasiones, se usan como parte de una escena o historia en el mural, pero no son plasmados en proporciones reales por lo que no pueden ser confundidas con uno verídico.

“franjas con motivos textiles”, anónimo, siglo xvii. capilla de canincunca, cusco. foto cortesía de hiroshige okada/reproducción fotográfica por: robert laime.

Durante los siglos XVI y XVII veremos que en los programas pictóricos murales se establece una distribución espacial, como los zócalos que suelen emplearse para representar la vida terrenal, mientras que los frisos plasman a Jesucristo, la virgen María, entre otros, y los faldones inclinados de las cubiertas de madera, se vinculan al paraíso celestial. En el barroco, los muros eran decorados con paños pintados imitando a las telas de Damasco. Mientras que en las iglesias, un sector preferente es el muro adyacente a la portada de acceso para poder representar santos desde el siglo XVII como San Cristóbal.[3]

Debido a la ocupación española en el siglo XVI en los virreinatos de Nueva España y Perú, empiezan a adoptarse algunas concepciones para hacer frente a la condición religiosa y social de dichos territorios, como las iglesias con atrio y pozas, el que consistía en un gran espacio rodeando una iglesia donde se construían capillas con el fin de catequizar a la población indígena respetando la tradición del culto al aire libre y que los templos solo podían albergar sacerdotes. También se adopta un balcón de madera en la fachada de iglesias y capillas, desde donde se decía la misa y predicaba hacia el atrio o la plaza en donde se aglomeraba la población indígena.[4]

La temática de la pintura mural

Cuando los españoles llegan a América, la pintura mural se empleaba como una forma de evangelización, primero se da en México a mediados del s.XVI y luego en Perú.

En los murales veremos reflejadas las representaciones de motivos grutescos trasladados a la iconografía cristiana, así como también la conjugación entre lo humano con lo vegetal y animal, representado como monstruos, cornucopias, mascarones, entre otros.

“decoración mural”, tadeo escalante, 1802. muro de la epístola e ingreso a capilla lateral del templo de huaro, cusco. foto cortesía de hiroshige okada/reproducción fotográfica por: robert laime.

Se empleó con frecuencia a la sirena o mujer-pez, concebida como símbolo de tentación; el hombre follaje, una combinación del torso humano terminado en hojas; las mujeres con cestos de frutas en la cabeza, representando a vírgenes paganas llevando ofrendas; los monos como fuerzas inferiores o de placer y lujuria; el león africano representando el triunfo de Cristo ante la muerte y los ángeles, mensajeros de Dios y los hombres.[5]

Las Postrimerías de Tadeo Escalante

Tadeo Escalante fue un pintor muralista oriundo del pueblo de Acomayo (Cusco), quien realizó “El juicio final” e “Infierno” (1802), sus más impresionantes trabajos, localizados en la iglesia de San Juan Bautista de Huaro.

“juicio final”, tadeo escalante, 1802. sotocoro del templo de huaro, cusco. foto cortesía de hiroshige okada/reproducción fotográfica por: robert laime.

Según la vista del espectador, en la parte superior del “Infierno”, en un ambiente casi coreográfico y con gran dramatismo, se alza un victorioso Lucifer jalando de una cadena a un pecador, y alrededor de este, apreciamos a otros pecadores, todos sometidos a torturas o sujetados por demonios, como símbolo del destino de arder en las llamas.

“infierno”, tadeo escalante, 1802. sotocoro del templo de huaro, cusco. foto cortesía de hiroshige okada/reproducción fotográfica por: robert laime.

Uriel García (s.f) señala que el artista habría sido testigo de la ejecución de Túpac Amaru II y su familia, por lo que se cree, el pintor lo tomó como referente para algunos de sus trabajos artísticos.[6] Es en ese contexto que la pintura mural se muestra con mensajes amenazantes en favor del statu quo virreinal, pero a la vez demuestra la fugacidad de la vida en la que están expuestos todos los que ostentan el poder como la casta religiosa, militar o civil.

Es así como la pintura virreinal buscaba corregir al espectador y adoctrinarlo por medio del temor. En la parte inferior, el contenido de la filacteria coincide curiosamente con la pintura “Un condenado en el infierno” (Siglo XVIII) del Convento de la Merced, Cusco.[7]

screenshot de imagen de “Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746” de  Walker, C. (2012).

En conclusión, la muestra cuenta con gran variedad de obras que nos transportan hacia la época virreinal entre los siglos XVI y XVIII, marcada por influencia europea, pero que con el tiempo adquiere un carácter propio mostrándonos una identidad con la que podemos identificarnos.

Notas:

[1,2,3,4] Flores, J., Kuon, E., Samanez, R. (1993). Pintura mural en el sur andino. Lima: Banco de Crédito del Perú. pp.17,20,41-42,46,47.

[5] Flores, J., Kuon, E., Samanez, R. (1991). De la Evangelización al Incanismo, pp.168-169. Disponible online.

[6] Macera, P. (s.f). El arte mural. Siglos XVI-XX, p.99.

[7] Walker, C. (2012). Colonialismo en ruinas. Lima frente al terremoto y tsunami de 1746, p.58.

Datos:

La muestra puede ser visitada de martes a viernes de 10:00 a.m. a 8:00 p.m. y sábados, domingos y feriados, de 10:00 a.m. a 6:00 p.m. en el Centro Cultural Inca Garcilaso (Jr. Callao 574, Centro Histórico de Lima) hasta el 16 de marzo del 2015. El ingreso es libre.


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